En la parte oriental del término municipal hay una loma que destaca entre los campos de cultivo por su característico perfil de meseta o "muela", coronada por unas rocas blancas.
Esta loma tiene un perímetro muy sinuoso, y en la parte más cercana al valle del Alfambra los escarpes están más acentuados.
Esta loma está rodeada de las tierras rojas del Mioceno, donde la erosión ha ido desmantelando las calizas blancas, dejando unos cerros de materiales rojizos.
Cuando se asciende hasta la loma de Los Casares, se pasa en muy poca distancia por varios pisos geológicos del Terciario, o lo que es lo mismo, desde las tierras rojas del Mioceno llegamos a las calizas continentalesdel Plioceno. Los diferentes estratos, con sus colores, ofrecen una sencilla lección de estratigrafía.
La parte superior de esta loma es completamente llana.
Esta llanura ofrece un contraste con la sierra del Pobo al fondo. Nos encontramos a una altura de 1200 metros y sin ninguna especie de árbol. Hay campos cultivados, pero también abandonados y yermos que nunca fueron roturados para la agricultura.
Las calizas blancas que coronan esta meseta se depositaron en un ambiente de lagunas continentales durante el Plioceno (entre 5 y 3 millones de años). Así que podemos imaginar esta llanura como el fondo de una extensa laguna que cubría toda la fosa de Teruel, desde el valle del río Alfambra hasta el rincón de Ademuz.
En el extremo más próximo al pueblo, se excavaron hace dos años las trincheras y restos del puesto de mando republicano durante la Guerra Civil.
Al fondo, en el monte de Santa Bárbara (con la ermita), se encontraba el sector franquista. El frente estuvo estabilizado durante casi dos años, con el pueblo en medio. Como el monte está formado por calizas jurásicas, podemos decir desde una perspectiva geológica, que la guerra se produjo entre el Jurásico y el Plioceno.
Ahora el camino para llegar a la loma esta señalizado y han puesto unos paneles explicando los resultados del estudio arqueológico y el fin de la batalla. Ganó el Jurásico.
En el otro extremo de la loma, se conocen los restos de un antiguo poblado que le da nombre precisamente: "loma de los Casares". Solo quedan vestigios de muros, y con la vista de un satélite, se aprecia mejor el trazado de este poblado.
Un historiador local del vecino pueblo de Villalba Baja sitúa estos restos en la Edad Media, aunque no hay ningún indicio documental, y atribuye su fin a la epidemia de peste del siglo XIV. A mi me seduce más la historia de un poblado de pastores bereberes que tuvo su esplendor en el periodo climático óptimo del medievo, pero que se extinguió entre la reconquista cristiana. El enfriamiento del clima que se produjo a principios de la Edad Moderna también pudo ayudar a u extinción.
En la parte sur del pueblo hay otras lomas con el mismo perfil geológico y que se conocen con el nombre de la Losilla o Las Aceras. En el extremo que se asoma a la fosa de Teruel, cerca del pueblo de Concud, y cerca de la carretera de Teruel a Celadas, se conoce desde el siglo XVIII un yacimiento arqueológico, conocido como "Barranco de las Calaveras". Fray Jerónimo Feijoo le atribuyó a los restos fósiles, que debian ser muy abundante, su origen en una legendaria batalla entre celtas e íberos.
Los numeroso estudios paleontológicos que se han realizado y de los que hay numerosa bibliografía, datan este yacimiento en el final del Mioceno, y se ha documentado una gran lista de vertebrados que incluye hienas, ciervos, caballitos antecesores del actual caballo y hasta colmillos del temido "tigre de dientes de sable". Este periodo, conocido como "turoliense", por la importancia de los yacimientos que se encuentran en la provincia, coincidió geológicamente con un periodo en el que el Mediterráneo se secó.
Los huesos, que pueden verse a simple vista, nos hablan de una fauna propia de ambientes de sabana, con formaciones arbóreas abiertas.
Aunque se puede deducir el tipo de vegetación que reinaba en el Plioceno, con presencia de especies tan lejanas hoy como las secuoyas, seguramente, al final del Plioceno, con la llegada de los fríos glaciares del Cuaternario, llegaron también especies vegetales de zonas boreales como la sabina albar. Seguramente, esta especie, adaptada a las parameras frías de Teruel y el Sistema Ibérico se extendió por estas lomas, en competencia con las carrascas y los quejigos. Hoy no queda prácticamente ninguna.
La vegetación dominante hoy, en las zonas que escaparon de la roturación masiva es un pastizal dominado por dos grandes grupos de plantas. Uno de los más numerosos es el de las "labiadas", con especies tan vistosas como las salvias (en la foto Salvia lavandulifolia), tomillos, lavanda, ajedrea y varias especies de Teucrium o "zamarrillas". Todas son arbustos que no suelen levantar más de 30 centímetros del suelo.
El otro grupo dominante es el de las gramíneas, que en algunos lugares cercanos a las crestas venteadas, cubre casi al 100% del terreno. Hay especies muy características como la Festuca hystrix, el lastón (Brachypodium retusun) o varios tipos de estipas:
La Stipa lagascae forma masas muy vistosas.
O la Stipa pennata con su aspecto plumoso.
En las cárcavas que forma la erosión se ven matas de arleras o agracejos (Berberis hispanica), algunas de un tamaño notable.
En el listado de plantas que florecen en la primavera está la dedalera (Digital oscura) de bonitas flores pero muy tóxica:
El aster de wilkom:
Y las vistosas matas de lino blanco:
O la vistosa Inula montana:
Pasear por esta llanura es hacerlo por una loma que se asoma a distintas partes del pueblo y es también hacerlo por el fondo de una antigua laguna, cuando el clima del planeta era más cálido.
Las predicciones de las temperaturas que se pueden dar a finales del siglo XXI si el cambio climático sigue avanzando, nos sitúan en un escenario similar al del Plioceno, cuando se depositaron estas calizas.
Ahora bien, el proceso que llevó al enfriamiento de la Tierra a lo largo de la segunda mitad de la Era Terciaria duró más de 30 millones de años. En cambio. el calentamiento actual de la biosfera terrestre se está produciendo en algo más de 200 años. Las consecuencias en el medioambiente son impredicibles.
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