sábado, 18 de mayo de 2019

Otoño en el Parque Nacional Torres del Paine

 Un viaje de 15 horas de avión hasta Chile,  3 horas más hasta la Patagonia y un día para visitar el Parque Nacional Torres del Paine. Si el tiempo no acompañaba, la visita podía estar pasada por agua, por viento o por frío. Unos días antes estuvo cerrado el sendero por nieve.
En el centro de recepción del Parque, donde hay que pagar tasas y registrarse, así se presentaba la primera vista:

Comenzamos a andar junto al hotel Las Torres, en unos llanos aluviales, con grandes ramblas y una vegetación de ñirres y calafates.

Pasando el Collado de Los Vientos aparece el valle del río Ascencio, por donde transcurre todo el ascenso.



Al encontrar el río, junto al Refugio Chileno, el bosque está totalmente otoñal





El bosque está formado por lengas (Nothogagus pumila)  como única especie. En la parte baja había ñirres (Nothofagus antarctica) pero en la nontaña es un bosque monoespecífico. En las partes más húmedas de los fiordos, las lengas estaban acompañadas de coihues (Nothofagus betuloides),  y canelos (Drymis winteri), pero aquí, el haya austral domina.

Los colores del follaje varían desde el amarillo hasta el rojo intenso.


La ladera opuesta del valle  está formada por materiales pizarrosos muy oscuros, en contraste con el color claro del granito por donde vamos ascendiendo.             



Varias horas de caminata por el valle y aparece la morrena que hay que salvar para llegar hasta la base de las Torres. Cuando preparaba el viaje, pensaba que no sería capaz de ascender esta parte,  pero la ayuda del guía, un excelente profesional como tuvo ocasión de demostrar en la bajada,  me animó al ascenso.




Una curiosa planta que parasita las lengas.


En la parte final del ascenso, aunque la altura no es excesiva, si la comparamos con los pisos alpinos, el aspecto de alta montaña es innegable, el porte de las lengas es achaparrado, con el tronco engrosado y con pocas ramas y hojas.



Y aparecen las Torres, con su lago y el glaciar que ya no se asoma al lago. Impresionantes 2.000 metros de granito.


Hay que abrigarse y protegerse del fuerte viento y del frío tras el ascenso.


Recuperamos fuerzas con nuestros amigos de Chile y Costa Rica, genial pareja con un gran sentido del humor.


 Creo que ese día fui la persona de más edad en subir a la base, aunque el guía nos contó que unas semanas antes, habían estado un grupo de vascos con alguna persona de mayor edad y que subieron como flechas...


Ahora viene la parte más temida por mi: la bajada.


En algunas partes, los sedimentos de la morrena son muy finos, arenosos, y las lengas tienen problemas para sostenerse.


Las que crecen entre las rocas de la morrena tienen un aspecto de bonsais.


Dura bajada hasta el refugio Chileno y llegamos de noche al hotel Las Torres donde nos espera el transporte hasta Puerto Natales.
Un día inolvidable.


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