miércoles, 21 de agosto de 2019

PARQUE NACIONAL DE ORDESA Y MONTE PERDIDO

El Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido cumplió en 2018 sus  cien años como Parque Nacional. Junto al de Covadonga en Asturias fueron los primeros parques nacionales de España. Si el asturiano se debió al tesón y al entusiasmo del marqués de Pidal, el aragonés fue gracias al fotógrafo francés Lucien Briet, que llevaba mucho tiempo recorriendo los parajes del alto Aragón y observando la degradación forestal y faunística del cañón de Ordesa, donde se surtían de vigas y madera de construcción toda la comarca.


 En la cornisa superior del valle, la floración estaba en su apogeo y los erizones (Echinospartun horridum) todavía florecía.Pudimos ver muchos ejemplares de la "flor de nieve" o Edelweiss, una planta alpina y pirenaica considerada el emblema del alpinismo. Se la puede ve en todas las praderas alpinas y también subalpinas, porque este año la vimos en el circo de Soaso junto a las gradas.

Desde la cornisa superior se aprecia la magnitud del macizo calcáreo más alto de Europa. Al fondo se ve la mítica Brecha de Rolando, usada por los montañeros para atravesar a la vertiente francesa.
 Desde este mirador se ve el circo de Soaso con el Monte Perdido al fondo y el refugio de Góriz en la ladera. Detrás todavía queda un glaciar relíctico en la vertinte de La Pineta.
 Aunque también se ve  en las partes bajas del valle, en las crestas era muy abundante la "oreja de oso" o Ramonda myconi, una planta de origen tropical, emparentada con las violetas africanas y que posiblemente persiste en estas montañas desde el  Terciario.

 En la ladera sur de Ordesa  había unas manchas enormes de lirios.

 El geranio ceniciento, muy poco elevado y propio de estas montañas calizas del pirineo aragonés.
 También había un astrágalus, cuya especie no puedo determinar. Sus foliolos terminaban en espina, por lo que podría tratarse de una planta oromediterránea que también confluye en esta vertiente.
 Los bellísimos aster alpinos.
 Y la Saxifraga longifolia en todas las rocas.
 En el fondo del cañón es u hayedo el que domina la vegetación, junto a abetos y pinos silvestres. El pino negro o Pinus uncinata, tan frecuente en el pirineo granítico se limitaba a la cornisa superior y a la faja de Pelay.
 Las espectaculares Gradas de Soaso.
 Una de las muchas cascadas.
 Potentilla de hojas de alchémilla, muy frecuente .
 Una Pinguícola endemismo del parque.
 Hypericum reichardi, con las hojas opuestas y casi unidas.
 El circo de Soaso desde abajo, nada más atravesar las gradas. Punto de descanso a la jornada senderista. Para llegar a Góriz y a las zonas altas, hay que llevar otro equipo.

sábado, 18 de mayo de 2019

Otoño en el Parque Nacional Torres del Paine

 Un viaje de 15 horas de avión hasta Chile,  3 horas más hasta la Patagonia y un día para visitar el Parque Nacional Torres del Paine. Si el tiempo no acompañaba, la visita podía estar pasada por agua, por viento o por frío. Unos días antes estuvo cerrado el sendero por nieve.
En el centro de recepción del Parque, donde hay que pagar tasas y registrarse, así se presentaba la primera vista:

Comenzamos a andar junto al hotel Las Torres, en unos llanos aluviales, con grandes ramblas y una vegetación de ñirres y calafates.

Pasando el Collado de Los Vientos aparece el valle del río Ascencio, por donde transcurre todo el ascenso.



Al encontrar el río, junto al Refugio Chileno, el bosque está totalmente otoñal





El bosque está formado por lengas (Nothogagus pumila)  como única especie. En la parte baja había ñirres (Nothofagus antarctica) pero en la nontaña es un bosque monoespecífico. En las partes más húmedas de los fiordos, las lengas estaban acompañadas de coihues (Nothofagus betuloides),  y canelos (Drymis winteri), pero aquí, el haya austral domina.

Los colores del follaje varían desde el amarillo hasta el rojo intenso.


La ladera opuesta del valle  está formada por materiales pizarrosos muy oscuros, en contraste con el color claro del granito por donde vamos ascendiendo.             



Varias horas de caminata por el valle y aparece la morrena que hay que salvar para llegar hasta la base de las Torres. Cuando preparaba el viaje, pensaba que no sería capaz de ascender esta parte,  pero la ayuda del guía, un excelente profesional como tuvo ocasión de demostrar en la bajada,  me animó al ascenso.




Una curiosa planta que parasita las lengas.


En la parte final del ascenso, aunque la altura no es excesiva, si la comparamos con los pisos alpinos, el aspecto de alta montaña es innegable, el porte de las lengas es achaparrado, con el tronco engrosado y con pocas ramas y hojas.



Y aparecen las Torres, con su lago y el glaciar que ya no se asoma al lago. Impresionantes 2.000 metros de granito.


Hay que abrigarse y protegerse del fuerte viento y del frío tras el ascenso.


Recuperamos fuerzas con nuestros amigos de Chile y Costa Rica, genial pareja con un gran sentido del humor.


 Creo que ese día fui la persona de más edad en subir a la base, aunque el guía nos contó que unas semanas antes, habían estado un grupo de vascos con alguna persona de mayor edad y que subieron como flechas...


Ahora viene la parte más temida por mi: la bajada.


En algunas partes, los sedimentos de la morrena son muy finos, arenosos, y las lengas tienen problemas para sostenerse.


Las que crecen entre las rocas de la morrena tienen un aspecto de bonsais.


Dura bajada hasta el refugio Chileno y llegamos de noche al hotel Las Torres donde nos espera el transporte hasta Puerto Natales.
Un día inolvidable.


miércoles, 1 de mayo de 2019

En la Patagonia chilena

Esta Semana Santa, Marina me ha arrastrado a Chile. Venciendo el pánico que tenía al largo vuelo y los pronósticos del jet lag que me auguraban, llegar a Santiago fue un paseo.
Nada más llegar fuimos  al Palacio de la Moneda para rendir homenaje a Salvador Allende. Para mi generación fue un impacto traumatizante asistir al bombardeo del  palacio presidencial y su muerte.
Después visitamos la casa de Pablo Neruda, muerto una semana después que Allende.



 En el barrio de Bellavista, el arte está en la calle.
La ciudad de Santiago es enorme. Casi la mitad de la población de Chile vive en el área metropolitana.


Con un día fue sufciente,  y volamos a Punta Arenas. De ahí un autobús nos lleva en tres horas a Puerto Natales, nuestro destino y base de operaciones.  


Puerto Natales es un pueblo precioso, situado en el canal Signoret, un brazo de mar que llega desde el Pacífico, y que acaba en el fiordo de Ultima Esperanza. Desde la costanera se ve al fondo el glaciar Balmaceda.
Es un pueblo muy apacible. También muy turístico, sede de muchas agencias para visitar los parques nacionales próximos.

Es un pueblo de casitas pequeñas de colores. A Marina le recuerda a Islandia.
Nos sorprendió mucho ver la fuerte presencia de empresas españolas: el banco de Santander hasta en el último pueblo, Acciona en los aeropuertos, y Movistar en todos los rincones... ¿Será una nueva forma de colonización?



Al día siguiente contratamos una nevagación en catamarán para visitar el fiordo de Ültima Esperanza y el Parque Nacional Bernardo O'Higgins
 Desde el   barco se ven las "estancias" ganaderas, a las que solo se puede acceder en barco.
 El paisaje está oscuro, el día muy frío y todavía no adivinamos el color que tiene el bosque magallánico en esta época del año.
 El barco se aproxima a las cascadas que caen al mar.
 La primera parada dentro del Parque Nacional es para visitar el glaciar Serrano, que actualmente cae a una laguna separada del fiordo.
 Desde el mirador,   se ve una estaca verde que señala el límite del glaciar en los años 90. Una prueba del retroceso glaciar también en esta parte del mundo.
 Dentro de la laguna han quedado algunos bloques erráticos transportados por el glaciar. La compañía de un geólogo chileno me informa del enorme espesor que llegaron a tener los glaciares en el periodo álgido de la último glaciación, hace unos 12.000 años: unos     1.000 metros de profundidad.
 Es el primer acercamiento al bosque húmedo magallánico, que todavía al niveo del mar, no ha alcanzado el tono otoñal como veremos en próximos días. La "chaura"  (Gaultheria mucronata) está en frutos.
 Los témpanos de hielo floan en la laguna.


 El bosque llegando al borde del fiordo. Nos enteramos de que estamos es una de las regiones más húmedas del planeta. ¡En las cumbres andinas se llegan a producir en torno a 8.000 litros de precipitación  anuales! esa es la razón de la gran masa glaciar (Campo de Hielo Patagónico) que hay en estas montañas.
El Campo de Hielo Patagónico es la tercera masa de hielo continental del planeta, después de la Antártida y  Groenlandia.
 El glaciar Balmaceda ya no llega hasta el mar.  De toda la masa de hielo del Campo Patagónico, salen unos 40 glaciares, la mayoría en el lado chileno, y alguno como el Perito Moreno en el lado argentino.  En el vuelo de vueta tuvimos ocasión de ver desde el aire la magnitud de estos glaciares.
 En la segunda parada, nos bajamos en una estancia ganadera para comer. Nos sirvió para conocer a otros viajeros con los que repetimos excursión al día siguiente y para conocer una explotación ganadera de la zona.



Ya a Darwin le llamó la atención en su estancia en la Patagonia en 1834, como los glaciares llegaban hasta el mar, en una lattitud de 50º aproximadamente. Esto, ya entonces era impensable para el Hemisferio Norte, donde los glaciares llegaban al nivel del mar a  67º de latitud.