En el pirineo aragonés a los lagos de montaña se les llama "ibón". Cuesta pensar que por encima de los 2.000 metros de altitud, cuando se superan los valles, los bosques montanos y se llega hasta el bosque de pino negro, aparecen unos rellanos de origen glaciar que suelen estar ocupados por los ibones. La mayoría están en torno a los 2.300 metros, cuando ya no hay árboles, son de una extensión considerable y generalmente (coincido con otros montañeros) producen un cierto sobrecogimiento por la altura, el paisaje rocoso o la soledad. En el valle de Estós (subsidiario de Benasque), ascendiendo un fuerte repecho de unos 600 metros de desnivel por un hermoso hayedo se llega a un pequeño rosario de lagos de montaña. El segundo de ellos está en torno a los 2.000 metros y por tanto todavía tiene bosque alrededor, lo cual le da un aspecto especialmente bucólico; se trata del ibón de La Escarpinosa, uno de los más bonitos del Pirineo. Al fondo el macizo del Perdiguero, superando los 3.000 metros.
La mayoría de estos lagos se encuentran en los macizos graníticos; es difícil que los haya en las montañas calizas como el entorno de Ordesa, donde solo conozco el de Marboré, debajo de Monte Perdido.
En el mes de julio la vegetación está en todo su esplendor, abundan las saxífragas, los acónitos, la árnica alpina, y las aquilegias como esta. Por cierto, también vi en el lago pequeño Caltha palustris, que llevaba mucho tiempo sin observar porque suele florecer antes.
En este rincón siempre encuentro ejemplares de esta curiosa planta de la familia de las ranunculáceas, Trollus europeus, cuya vista cenital la hace parecer una bola de mantequilla
Gentiana nivalis
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