El título está copiado del libro "Tetuán ciudad de todos los misterios" de Aziza Bennani, y de él salen las citas.
La Puerta de los Vientos, para acceder a la medina. En Rabat hay otra del mismo nombre.
En el prólogo de este libro, Juan Goytisolo dice: "Los periodistas, funcionarios, poetas, militares, o simples viajeros que visitaron Tetuán en la época del protectorado se sintieron fascinados por la ciudad. Belleza insólita, a la vez inmediata y extraña, que trae a la memoria el pasado islámico de España y enfrenta al curioso al misterio de lo desconocido".
"Es ella! Montes altísimos la guardan por todos lados, y, adormecida dulcemente a la cabeza del extenso valle, parece presidir desde su trono el esplendoroso espectáculo que ofrecen la llanura, la ría, el mar y los gigantescos promontorios que forman su anchurosa rada."
Pedro Antonio de Alarcón en "Diario de un testigo en la guerra de Africa".
Participó en la conquista de Tetuán por el ejército español en 1858, como voluntario y corresponsal de guerra. Reinaba Isabel II y en represalia por el hostigamiento que sufrían las plazas de Ceuta y Melilla, O'Donell al frente de un ejército de 36.000 hombres toma la ciudad. Dos años duró la ocupación.
Se dice que los leones del Congreso de los Diputados están hechos con el metal fundido de los cañones arrebatados a los musulmanes.
Tetuán fue creada por los andalusíes expulsados de España por los Reyes Católicos. La toponimía hace referencia a los "ojos" o manantiales que había en las proximidades.
50 años después de la conquista narrada por Pedro Antonio de Alarcón, fue de nuevo conquistada por el ejército español, pero esta vez en el marco de una ocupación colonial de todo el norte, quedándose el resto para los franceses. Tetuán fue la capital de "Protectorado", eufemismo para referirse a la apropiación de los recursos del país.
Comerciantes, hombres de negocios y aventureros a la caza de los servicios que necesitaba el ejército se desplazan a la zona. Mi suegro nació allí , hijo de un oficial navarro y de una gaditana cuyo padre gestionaba las cantinas de la tropa.
De su infancia en la calle Luneta le ha quedado una cortesía oriental, un gusto por la cultura, por la conversación y una ceremoniosidad en el trato.
Roberto Arlt, novelista argentino escribió: "Edad Media. Me encuentro en presencia de normas de vida que mi ignorancia daba por muertas hacía muchos años. Todo aquí es antiquísimo, remoto. Se trabaja como en los tiempos de Carlomagno o Almanzor. Los talleres son cubículos diminutos, apenas se pueden mover el maestro y los infantiles aprendices. Me detengo ante la caverna de un batidor de cobre. Parece el antro de Vulcano. Al fondo, sobre un monolito de piedra, una hornilla lanza pirotécnicas llamaradas azules. Un ciego hace funcionar el fuelle, un doble juego de odres peludos que se hinchan y deshinchan alternativamente. El maestro sentado en cuclillas tiene la cabeza envuelta en un turbante blanco, en torno suyo almireces, preciosas bandejas que parecen de oro".
Laberintos de callejones abovedados.
y curiosos arquitrabes entre los muros de las casas, aligerados de peso con huecos entre la ladrillería.
Adosado a la medina está el gigantesco cementerio.
L
Obligada la visita a las tenerías, ya en desuso. aunque la primera vez que las visitamos hace 20 años, todavía se podía seguir el proceso de curtir las pieles de borrego, entre un fuerte olor de las tinas donde se sumergen las pieles para su curado y tintado. Estas tenerías fueron restauradas por la agencia de cooperación de la Junta de Andalucía. Ahora son el dominio de numerosos gatos soñolientos.
"En la calle de la Luneta indudablemente todo el mundo estaba haciendo lo mismo que nosotros: pasear la calle arriba y abajo de una punta a otra. Todo el comercio de propietarios europeos o judios europeizados se encontraba en esta calle. La calle en si comenzaba en la misma estación del ferrocarril y terminaba en la plaza de España. En el lado izquierdo se abrían las puertas del antiguo barrio judío y por ellas se volcaba una riada de chiquillos astrosos.
La calle era una extraña mezcla de colores: predominaba el kaki de los uniformes, resaltando el blanco de las capas y los pantalones bombachos de las unidades moras. Los fajines rojos y azules del Estado Mayor y los monos azules de los mecánicos. Se cruzaba uno con los moros de la montaña, escuálidos, con sus chilabas haraposas. Y con los moros ricos de Tetuán, calzados con babuchas limpísimas de color amarillo en cuero taraceado. Se encontraban judíos envueltos en hopalandas sucias, mezclados con judíos cuyos caftanes eran de fina lana." Escribió Arturo Barea en "La ruta", una sección de "La forja de un rebelde"
La ciudad europea tiene también un gran encanto, con los comercios más modernos, con cafeterías, restaurantes, pastelerías y hoteles. Todavía quedan los restos de la ocupación española, colegios, iglesia y una desmantelada estación de ferrocarril.
Al día siguiente hacemos una interesante ruta en coche. Subimos hasta la ciudad santa de Chaouen, pasando por un puerto con su embalse.
La ciudad añil. Ciudad santa del Islam, conquistada por los legionarios de Franco hace 100 años y después reconquistada por las milicias rifeñas de Abdelkrim que desfilaron por su plaza. El poder colonial de España y Francia doblegaron la resistencia y fue incorporada al Protectorado hasta la independencia de Marruecos en 1956.
La bonita plaza, centro neurálgico de la ciudad. Desde que la conocemos hace más de 30 años, está presidida por una espléndida araucaria. Pena que no sea un pinsapo como los que hay en las montañas cercanas que forman parte del Parque Nacional Talassentane.
Alli está la Kasbah amurallada, con unos bonitos jardines y un pequeño museo de arte y artesanía.
La medina de Chaouen está pintada de añil, a veces no solo las paredes sino también el suelo. En los más de 30 años que llevamos visitando esta ciudad hemos asistido a la transformación de la medina, que ha perdido su función artesanal para volverse turística. En la primera visita que realizamos había muchos talleres con telares que usaban la lana para unas preciosas mantas de inspirados motivos bereberes. Todavía conservamos una que compramos y que ya no se puede encontrar.
Después de comer emprendemos la vuelta a Tetuán, pero lo vamos a hacer por Oued Lau. Dejamos el acceso a Talambote y el camino de entrada al Parque Nacional de Talasemtane que ya visitamos hace unos diez años.
En aquella ocasión subimos por río Farda y vimos un bonito bosque de arahal, una cupresácea parecida a la sabina. La sorpresa del día, es que todo el cañón del río Farda que vamos a seguir hasta su desembocadura en el Mediterráneo está cubierta por estos árboles, formando una arboleda muy extensa y singular. En España hay unos pequeños bosquetes en la provincia de Murcia, cerca de Cartagena.
La playa de Oued Lau se está convirtiendo en un centro turístico. Aunque no tiene gran infraestructura hotelera, es muy apreciada por el turismo local.
Ya se puede recorrer toda la costa del Rif hasta llegar a Alhucemas sin tener que atravesar la zona montañosa de Ketama, temida por ser centro productor de hachis y siempre evitada por los turistas.